“Un alegato al cante primigenio que no necesita más que el reposo del silencio
para columpiar en jondura al propio movimiento.
Un cante profundo y sentido que hace desplegarse al baile.
El cuerpo en su danza para mostrar los sentimientos profundos de un pueblo, de su historia.
Cantares se rinde al embrujo del quejío y deja brotar el movimiento en los pasos que deambulan plenos en el sentir, resolviendo en artilugios las esencias construidas tras el requiebro de la voz....”