Esta pieza, que se sitúa como una convergencia del arte visual, el paisaje sonoro y el movimiento, toma inspiración de la forma de la peonza, que se convierte en un instrumento musical cuando la performer y el artista de sonoro interactúan.
Los impulsos del movimiento se transforman en señales de sonido y establecen una relación entre la manipulación del artefacto, el movimiento y la sonoridad.
La estrecha relación entre mujer y artefacto desdibuja los límites para mimetizarse una con el otro, el artefacto es una extensión del cuerpo y el movimiento rotatorio se convierte en una danza ondulante donde la precisión y la soltura van tomadas de la mano .