Si llegases a la plaza todo se llenaría de una luz tal que no podríamos ver. Y sería en ese punto ciego donde te veríamos a ti, y tú a nosotros.
Solo tu propia presencia sería la protagonista de la plaza, tu velo sería tu sombra y tus pisadas serían como el primer andar de un niño. Y entonces tú nos verías como realmente somos cuando te necesitamos.
Te declararía mi amor con tal de no verte, con tal de que no nos vieses. Pero amiga, las dos sabemos que ya has iluminado la plaza.
Carta de amor a la muerte.