Desnudos venimos al mundo. El principio solo es ritmo, latidos del corazón de la madre gestante, que pronto se funde con el nuestro, en una larga polirritmia, origen de nuestro baile. Luego el llanto, grito que se transforma en cante, que abre nuestros corazones y funde el azogue de los espejos. Colofón, la guitarra oscura, eterna compañera, la soledad sonora entre la prima que canta y el bordón que llora. Sí, eso y solo eso -Flamenco al desnudo- el flamenco, el de ayer, el de ayer y el de siempre.