“La siguiente bola se desliza, se abre paso entre el resto de bolas y choca contra el metal. Ese número se deja caer, sin apenas haberse preparado, sin llegar a saber nunca que es el azar el que lo mueve. Hasta ese instante podría haber sido cualquier otro número. Es en esas fracciones de segundo, en las que un número atraviesa el espacio que lo deja fuera de la incógnita, se hace posible hasta lo más improbable".