Ella, la protagonista de La araña del cerebro, encontró en la imaginación de la niñez el arma necesaria para soportar su infancia horadada. Inventó a un hermano, mató a sus padres y estuvo en la cárcel. Ahora, tras su condena, vuelve a la casa familiar en busca de una nueva vida, con hambre de nacer del todo.
Pero a veces no es tan fácil dirimir qué es real y qué inventado. ¿Qué ocurre cuando te roban los afectos en la infancia? ¿Cuánta ficción cabe en la realidad? ¿Y al revés? ¿Podemos reconstruir nuestro futuro una y otra vez? ¿Cuántas veces?