Snorkel, de Albert Boronat.
Como invitados a quien nadie conoce recién llegados a una fiesta que ya ha terminado pero, a pesar de ello, optimistas y ridículamente pacientes; esta obra quizá habla de nosotros, aquellos de los que no hablará nadie. Nosotros, que lamemos hasta el culo de las botellas y pellizcamos con un disimulo ridículo los restos del pastel que otros no han querido. Nosotros, que allí plantados al borde de la puerta observamos sin prisa las manchas pegajosas sobre la moqueta y las llegamos a encontrar bonitas.
Esta obra quizá habla simplemente de personas que se encuentran y se reconocen mutuamente como miembros de una misma especie y se sonríen porque saben que, una vez acabada la fiesta, ya no hay nada que perder.