Cuando se le pone título a un espectáculo, se intenta resumir en apenas unas palabras lo que el espectador va a encontrarse una vez se sube el telón. En el caso de El Encierro de Ana Frank, una vez que María Juncal da el último golpe de tacón sobre las tablas, el patio de butacas entiende que más que sobre un encierro, esta obra trata sobre una absoluta liberación. Que es un canto a la libertad a través de un desgarrador baile.
María baila por martinetes y por bulerías. María baila flamenco, esa música que no conoce países ni conflictos; ese arte tan profundo que nos hermana y que, como Ana, no nos juzga. Pero sobre todo, en el Encierro de Ana Frank, María baila la vida. Esa en la que el sueño y el amor cabe en los lugares más pequeños. Esa en la que siempre hay espacio para la libertad.