Viajeros, estelas que pasan fugaces trazando en los mapas los límites de sus desvelos. Nómadas del tiempo que llenan la maleta con la esencia de sus vidas pasadas para vaciarla en cada andén, en cada minuto de espera, mientras fantasean con lo que van a encontrar en su destino.
Estaciones, lugares en los que el aire se vicia con los pensamientos de los pasajeros inquietos, palabras que vuelan mudas y se cruzan en conversaciones inexistentes formando un murmullo enmarañado de incertidumbres inconfesables.