Si hay algo consustancial al flamenco, a la propia naturaleza de su existencia es la pasión y el ritmo. El impulso vivificante del alma y el latido del corazón puestos una vez más al servicio de un arte superior, auténtico y puro; hundiéndose en las más puras directrices estéticas del flamenco, pero libre de toda atadura opresiva.