Como el título de la propia obra, la historia de Alma (una carnicera de barrio) esconde una contradicción o una complejidad, ya que los cristales no pueden ser nunca de plástico.
Sobre el escenario, Alma, separada y con un hijo de 4 años, perdida y frágil, buscará la manera de creer que un anillo de plástico. Con los colores del iris, puede llegar a tener más valor sentimental que cualquier anillo de pedrería. Alma se abrirá en canal y mostrará sus miedos, silencios y mentiras. Su vacío existencial y su necesidad sexual. Lo hará sin dramas, de manera cotidiana, en clave de comedia ácida o tragicomedia; y con la ayuda de su ingenua hermana Violeta y de su exótica amiga Irina. Aquello que queremos creer y no es verdad, aquello que es verdad y nadie cree, dará forma a las vivencias de Alma y es la esencia del propio espectáculo. Un espectáculo que combina sueño y frustración, vídeo y teatro, ficción y realidad.