La vida y la muerte son las dos ceremonias que marcan los límites de nuestra vida. Uno se nos escapa en un momento de inconsciencia y el otro está más allá de nuestra propia existencia. Para este último se celebran ritos de reconocimiento, responsos, se expresa el respeto y el aprecio, el dolor de la pérdida y la esperanza de que ese oscuro viaje conduzca a algún otro lugar.
Durante siglos se inventaron ritos, músicas y textos para aquellos que nunca pudimos saber si entendieron o sintieron en momento tan extremo.
La música de Tomás Luis de Victoria y los textos bíblicos hablan para ellos, para los muertos.
Este espectáculo es una ocasión para que los vivos sientan lo que los demás rinden como tributo a los que mueren, como una ceremonia sagrada en la que la música y los textos soportan las ideas del viaje a otro mundo, con sus esperanzas y sus rencores, pero en el lugar de aquellos que son protagonistas: los muertos.
Ignacio García