Llega el otoño, y las golondrinas inician su migración a lugares más cálidos.
Una de ellas se queda rezagada, y al llegar la noche, se refugia a los pies de la figura de El Príncipe Feliz, la estatua que domina aquella ciudad. La golondrina, sorprendida, contempla que la estatua tiene sentimientos de compasión. Entonces, la golondrina sirve al Príncipe Feliz como mensajera, repartiendo entre los pobres las joyas y el oro que recubren la admirada estatua. Entre ellos se entabla una relación de necesidad mutua que les conducirá a unirse eternamente.