La cabeza del Dragón no es una pieza específicamente infantil, porque Valle-Inclán la dedicó a los niños espectadores y también a los padres que les acompañarían a ver la función. De ahí nace su acertada simbiosis de cuento maravilloso y de farsa demoledora contra la sociedad de su época.
Para atraer a los niños, los escenarios fantásticos y los personajes conocidos, castillos y bosques, aventuras y peripecias, el triunfo del héroe, la conquista del amor; para los adultos, cómplices o no de comprometida visión social y política de Valle-Inclán, la ironía mordaz, la caricatura feroz y la aguda denuncia de los males de su tiempo.